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Que el hombre honrado me castigue,
será un acto de misericordia,
pero no quiero que sobre mi cabeza
se derrame el perfume de los malvados.
En mis oraciones pido sin cesar
que reprendas sus malas acciones,
que sus gobernantes sean despeñados,
y que hagan caso de la verdad de mis palabras.

Nuestros huesos se dispersan
a la orilla del sepulcro
como se dispersa la tierra
tras los surcos que deja el arado.

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